Hay un misterio impenetrable
en nuestro amor y en nuestras vidas:
noche sin faros en los puertos,
canción apenas presentida,
cabe tu voz en el recuerdo
de las borrascas cristalinas
donde fue el eco fatigado
en la oquedad de mis espiras…
Hay un misterio en la severa
desolación de la marisma,
que nos envuelve y nos estruja
entre sus alas sorpresivas,
vivo misterio en la clausura
de nuestro amor y en la pacífica
lubricidad de las penumbras
en nuestras almas, escondidas…
Hay un misterio en tu temblor
ante las horas peregrinas,
vencida al hombro la cabeza
y sobre el pecho la transida
pena de amor a la deriva
de la ternura sepultada
bajo sepulcros de ceniza…
Hay un misterio en nuestras ansias
iluminadas y transidas,
como las grises azucenas
de los caminos y partidas,
constelaciones que se fugan
en el nadir de nuestras rimas;
vivo misterio perdurable
en nuestras penas compartidas.
Hay un misterio impenetrable
en la pasión que nos abisma,
como el arcano de la tarde
cuando el invierno se avecina.
Vivo misterio en nuestras almas
con soledades que suspiran,
como las rosas del crepúsculo
en sus distancias infinitas…
Nadie nos llama entre las sombras,
nadie nos busca entre la dicha,
estamos solos frente al tiempo
como dos lámparas estrictas.
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