Llueve en mi alma y en el mundo llueve
Intermitente, amargo, sin consuelo,
Y es bueno y triste sosegar el duelo
Que a nuestra propia juventud embebe.
Bajo la noche de impasible nieve
Mi corazón en místico desvelo
Y al conjuro de música y anhelo
Te encuentra al fin, maravillosa y leve.
En tu presencia de apacible octubre
Mi renovada devoción descubre
La plenitud solemne de tu calma.
Cuando te adentras en mi noche estricta
Con la corona de azahar invicta
Y las ternuras y el amor y el alma.
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