Esta muchacha es suave
como el ensueño de los niños,
como los céfiros que azotan
la mansedumbre de los nidos;
como las manos maternales
que nos arrancan del olvido;
como los besos que se dan
a la esposa y al hijo
y como el vino familiar
que se escancía
en el sosiego vespertino.
Esta muchacha tiene
el misterio sencillo
de hablar cosas que llegan
al corazón con ritmo
de blanda melodía
y de manso suspiro.
Esta muchacha sueña
como las rosas del camino,
como las novias de la Biblia
de la noche en el filo,
cable la gloria de los surcos
y la taernura de los trigos.
Esta muchacha tiene
como las flores del camino,
el ademán convalesciente
y el existir tranquilo;
y es buena, pura y bella
como las rosas que el Divino
Artista atiene siempre
en su jardín de trinos
y de sueños celestes,
donde los lucerillos
sonríen por la noche
con sonreir de lirios.
Esta muchacha es suave
como el ensueño de los niños.
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