Por un arpa escoltada y una rosa. Eduardo Carranza
En el balcón tan sola no estuviera
esta niña de amor, si la esperanza
como un sueño en la noche de añoranza,
su tierna humanidad entretuviera.
El corazón como la primavera
difunde su confusa remembranza
y hasta su propia soledad avanza
como un río abismal por la pradera.
Ahora, distraída en la ternura
de sus pupilas hondas de dulzura
presiente florecer su alma tranquila.
Y mira divagar a la distancia
su juventud en torno de la infancia,
como un triste lucero que vacila.
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