Haz llegado apacible viajadora galante,
Me saludas ¡Oh Muerte! con faz de lejanía.
Y ablandas mis deseos de vivir, la agonía
Este lento extinguirse de mi cuerpo anhelante.
Estos días me alejas del dolor, dulce amante,
Con ternura mis vísceras sometes a porfía,
Que no eres roca extraña, sólo la tierra mía.
No detienes las nubes, no el reloj del cuadrante.
Cuando cierro los ojos, quietud eterna entregas
Y eres tranquila y grave, presencia de imposibles.
Vienes, duermes conmigo silenciosa y rendida.
No soy ningún misterio, mi memoria doblegas,
Me enseñas otros mundos hasta ahora invisibles
Y eres la que no duele, sólo duele la Vida.
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