1-
Desolador y triste para el vergel
el fin irremediable de las flores.
Pero, el preludio de la dulcedumbre
y de la simiente limpia y prodigiosa,
suscitan alegrías y optimismo
para el lento transcurrir de la vida.
Y nos hacen dichosos en el tiempo,
cuando la plena capacidad genésica
nos reitera la juventud del cuerpo
que sabe prodigarse en su milagro.
2 –
Y era siempre agresiva
la sensualidad tórrida
de los frutos de nuestros árboles.
Su olor, color y sabor.
La feracidad de su pulpa y su volumen
capaces de marcarnos
para toda la vida.
Y las granadas
Tan inocentes como abismales,
parientas lejanas de las granadillas:
la superficie de sus cortezas
reales triunfos
del pincel y de la espátula.
Y esas sus lianas frágiles
y esas sus ramas suplicantes.
3-
La madurez feliz de las guanábanas
al amanecer;
de las badeas su perfume envolvente,
acariciante al medio día.
Y en las tardes
las naranjas como globos de miel,
igual las piñas de Cerritos
siempre con escolta de lanzas
en sus refugios clandestinos.
Y oculto entre las frondas
el fruto maduro del madroño
con su amarillo amigable
y su amable aspereza de plenitudes.
En fin, el chirimoyo y sus chirimoyas
en el patio antiguo,
a la hora de los caprichos
un monumento al placer del verano.
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