Héctor Ocampo Marín tuvo, pues, una infancia campesina. Y aunque fue bautizado en la Catedral de Pereira: La Pobreza (“Cuidadito que eso se pega”, comenta Otto Morales Benítez en medio de sonoras carcajadas), pasó los primeros años entre cafetales, potreros y más potreros, riachuelos y árboles frutales que entonces abundaban a modo de sombrío para los cultivos del grano.
Ahí, en aquel ambiente bucólico, se despertó su sensibilidad literaria, asegura como recordando las lecciones de Rousseau, las mismas que fueron el fruto de las reflexiones del famoso enciclopedista cuando hacía las veces de paseante solitario en contacto con la naturaleza.