Pasión Creadora

Capítulo Tercero

NIÑEZ, JUVENTUD Y FORMACION ACADEMICA

Noviembre 25 de 1891, año auroral de la Encíclica Rerum Novarum, nace en la Candelaria de Medellín, el tercer hijo y el primer varón de una esclarecida familia, a la postre de once hijos, la familia del sabio educador Tulio Ospina Vásquez y de doña Ana Rosa Pérez Puerta. Como de costumbre entre los antioqueños, el niño fue bautizado a los pocos días. Nombre: LUIS MARIANO OSPINA PEREZ. Aún vivían por aquellos años los cerebros de la Constitución del 86, don Miguel Antonio Caro en Bogotá y el doctor Núñez en su retiro de “El Cabrero” en Cartagena.

En realidad no es una impertinencia creer que no es lo mismo nacer en una gran ciudad como Medellín, que nacer en Entrerríos como el ilustre Pacho Pérez; o en Santo Domingo como el que sería su inolvidable condiscípulo y gran amigo Miguel Moreno Jaramillo, o en Valparaiso como el General y letrado Rafael Uribe Uribe; o en Guasca como el abuelo Ospina Rodríguez. Sólo que para estos haber nacido en Medellín o Bogotá, o en las amables localidades nombradas, de todos modos siempre hubieran alcanzado las metas que realmente alcanzaron. Pero, es innegable que en aquellos tiempos para la educación de muchos colombianos comunes y corrientes, se dificultaba más haber nacido en provincia que en las grandes capitales.

Y no es lo mismo vivir una infancia y juventud como hijo del rector de la Universidad de Antioquia o de la ilustre Escuela de Minas, instituciones de alta docencia por donde pasaban las más valiosas unidades de las juventudes; en fin, ser hijo de Tulio Ospina Vásquez que, pese a su modestia era considerado uno de los sabios de su tiempo.

Sólo que en el caso del joven Mariano Ospina Pérez, lejos de toda ostentación, como es de ocurrencia en quienes pertenecen a linajes genuinos, nada de esto parece impresionarle o preocuparle y, lo mismo se le daba compartir con el hijo de un humilde campesino de Fredonia, o cambiar razones con el cuarentón y ya famoso profesor de derecho, Carlos E. Restrepo, buen amigo de la familia; o en el comedor de su casa, con el Presidente Reyes recién llegado al poder y en visita por Antioquia o, en fin, con su tío el influyente y siempre bien informado Pedro Nel Ospina, quien sí se sentía hijo de la gran historia y dueño de una solvencia intelectual y de una excepcional preparación para el mando y la administración, algo poco comunes entre los colombianos de aquellas dos primeras décadas del Siglo Veinte.

Y tan no se sentía, el joven Mariano, rodeado de privilegios, que en el estudio se esforzaba evidentemente y era uno de los mejores alumnos del Colegio de San Ignacio. Por simple orientación doméstica consideraba que tenía que estudiar mucho para enfrentarse a la lucha por la vida. Nunca se creyó un privilegiado, que todo lo tiene y por consiguiente no necesitan esforzarse. Y era admirable según sus coetáneos, la dedicación y su gran capacidad para perseverar sin angustias en las labores del estudio. Y, obviamente al fin de curso, venían los reconocimientos de profesores y condiscípulos.

Sixto Mejía, por aquellas calendas, también alumno del Colegio San Ignacio, en su muy agradable libro “Mi Senaturía y Otros Cuentos” y con la gracia y desenfado propios de este amable salamineño, contaba años después:

“Subiendo las gradas del Capitolio, Pacho Pérez me aleccionaba:

-Al tomar el juramento, dices simplemente juro; no vas ha salir como otro que dijo: juro y pido la palabra.

“Mi condiscípulo se olvidaba que él, Mariano Ospina y los Restrepo Jaramillo eran los dueños de la escena en el Colegio de los Jesuitas. Con el pecho centelleante, abrumados de medallas de cobre, recitaban con emoción propia discursos ajenos. A estos amigos de colegio los sometieron desde muy temprano al dardeo de la muchedumbre; antes de ser púberes se entregaron a la vida pública…”

A la edad de quince años el mejor amigo del joven Mariano Ospina, era su padre. Los dos fueron compañeros por muchos años en las excursiones de fin de semana por el campo. Diversas regiones auríferas, aún en lugares de reconocida insalubridad, fueron visitadas con harta frecuencia por don Tulio y su hijo. Muchas piedras y materiales para estudio del reino mineral y vegetal, eran cargados por los dos      excursionistas, particularmente rumbo a los laboratorios de la Escuela de Minas. No pocos de los descubrimientos y ubicación de grandes minas de oro que hizo don Tulio y que aparecían descritos en sus trabajos de investigación para lucro del Estado colombiano, tienen un no muy remoto origen en estas correrías e inquietudes de los Ospina.

La compenetración intelectual entre padre e hijo, en este caso concreto, podría ser un tema de más detenido estudio. Porque el hijo veía en su padre algo muy próximo a su mundo y aspiraciones: el estudio, el colegio, la universidad, los éxitos académicos, la apertura del futuro. Su progenitor era el hijo de Mariano Ospina Rodríguez, quien llenaba con su memoria todos los ámbitos familiares; su padre era el hermano del muy afectuoso y admirado tío Pedro Nel; don Tulio, era el amigo en Medellín, muy respetado y querido del Presidente Reyes, quien le había ofrecido el Ministerio de Instrucción Pública. Eran su padre y su tío partícipes en muchos aspectos del pensamiento ortodoxo y equilibrado de Carlos E. Restrepo, profesor de Derecho Público, tan reconocido por la juventud universitaria.

Padre e hijo fueron buenos confidentes. Cuando los jóvenes de aquellos días organizaban y cumplían sus programas extrafamiliares, Mariano no perdía la oportunidad de estar cerca a su padre, sin duda en razón de su mayorazgo, la conveniencia familiar y sus hondas convicciones. Don Tulio, además, había descubierto en su hijo cualidades de aplomo y sindéresis poco comunes, que lo predisponían a sentirse realmente bien en su compañía. Los avances y aciertos del gobierno de Reyes, eran mensurados y calificados por los dos, durante las conversaciones en el comedor o en los paseos de estudio al final de cada semana por las montañas y llanuras, por las haciendas cafeteras o ganaderas de amigos y parientes y, desde luego, por las propias, no pocas de ellas con gravámenes bancarios como la minifinca finca de “Sorrento”, “La Ruina”, “San Pedro”, “San Cayetano” etc. El joven Mariano, pudo saber de los propios labios de su padre, la verdadera situación de las finanzas familiares en aquellos primeros cuatro o cinco años de principios de siglo, cuando la economía nacional se vino a pique. Precisamente en entrevista concedida a Julio Abril, 40 años después, sin ninguna reticencia, nos cuenta:

“En los años 1904 y 1905 se presentó la gran crisis financiera, producida por la guerra de los tres años y por las oscilaciones del papel moneda, que arruinó a muchas gentes y ocasionó la quiebra  del principal banco de Antioquia, llamado el Banco Popular, y de casi todas las demás firmas bancarias. Mi padre tuvo una gran pérdida en sus negocios, en una época en que era extraordinariamente difícil, para quien no tuviera un capital saneado, sostener decorosamente una familia numerosa dentro de cierta posición social; esto lo hizo pensar en ausentarse de Medellín e irse a vivir con su familia a una hacienda. Al efecto, se presentó al Colegio San Ignacio a manifestarle al padre Rector que me retiraba del Colegio porque no podía seguir costeando mi educación. El Rector, que era el eminente jesuita Luis Antonio Gamero, se opuso a mi retiro considerando que yo estaba haciendo muy bien mis estudios y le manifestó a mi padre que no consentiría en mi salida y que el Colegio me seguiría costeando, en la seguridad de que algún día, él o yo les pagaríamos su valor. Al cabo de algún tiempo mi padre pudo cancelar la deuda monetaria a los jesuitas y yo mantengo viva la deuda de gratitud con ellos.” (2)

Si, dentro de su amplio universo de afectos estaban los padres jesuitas que, pausadamente, pero con firmeza de cruzados le iban entregando una formación eficiente de servicio a la vida, a la gente y al país. Pedagogos sanamente pragmáticos y realistas, como los vio siempre el abuelo memorable. En la memoria del niño, del joven y del hombre, estaría siempre viva la silueta del Rector Luis Gamero, comprensivo y digno del santoral; la del prefecto de disciplina padre Carlos Izu; así, el padre Javier Muñoz, años después Arzobispo de Guatemala; así, el padre Juan Pereira, severo pero acertado director espiritual; el padre Quirós, insuperable profesor de francés, en fin, los padres Lizarraga y Arjona, profesor de filosofía. Y, asimismo, los condiscípulos, Miguel Moreno Jaramillo, inteligente y erudito; Francisco Aramburo, Daniel Mejía, Arturo Tirado, Parmenio Tobón, Víctor Urrea, cada uno de ellos que en algo importante se destacaban en el trajín de las aulas y, por ello,  sinceramente admirados por Mariano. Y Gabriel Olózaga Restrepo, notable estudiante de noble carácter y hermano de la muy linda María Olózaga Restrepo, quizá la protagonista del amor primigenio, maravilloso e ilusorio de aquella primera juventud.

En el joven Ospina Pérez, hombre ya de criterio y con una visión del acontecer del país en lo económico y en lo político, formado al lado de don Tulio y de los serios contertulios de éste, la figura del nuevo presidente de los colombianos, General Rafael Reyes, tenía hondas simpatías. Reyes era, además, un hombre de empresa, de empresas agropecuarias, que conocía como la palma de la mano la geografía del país, su hidrografía, sus valles y sus montañas, sus grandes navegables ríos, particularmente por los lados de la Orinoquia y de la Amazonia. Era un hombre de acción, con su gran sentido práctico en más de una vez puesto a prueba. Un ejecutivo que sabía como se consigue el dinero, un financista pragmático. Ciertamente, quien no sepa estas cosas, ¡cómo puede gobernar una nación! Cómo puede arbitrarle recursos a un país prácticamente quebrado como estaba Colombia. Deshecha después de la guerra de los Mil días, la más cruel, la que en la primera mitad del siglo veinte costó más vidas y hacienda pública y privada a la república. Así pensaba el joven Ospina Pérez, alumno de los jesuitas en San Ignacio, de pocas palabras quizá, pero de buen oído y mejores entendederas.

El mismo que con su familia estaba sufriendo las graves dificultades de una economía nacional desvertebrada, donde las vías de comunicación se mostraban en peores condiciones que en los tiempos de la Colonia; donde los empresarios, la gente de trabajo, se encontraban todos arruinados por la crisis.

Todo lo anunciado por el presidente Reyes en su discurso de posesión se constituía en clara esperanza para quienes a base de trabajo empresarial querían salir adelante, y con ellos el país.

Esto así lo pensaban en la casa de don Tulio, doña Ana Rosa y sus hijos, particularmente el mayor de los varones. “Menos política y más administración”, era una expresión presidencial que sonaba gratamente en los oídos de todos. La instrucción pública debe tener una dirección en armonía con las necesidades de la época en que se vive. Así lo pensaba siempre el abuelo Ospina Rodríguez y como Secretario de Educación del presidente Pedro Alcántara Herrán. Colombia necesita que en sus establecimientos de enseñanza se preste mayor atención a la formación técnica e industrial, que ponga a la juventud en la pista de capacitarse y de ayudar al desarrollo industrial y económico del país. En un país nuevo como el nuestro debe darse primicial importancia a los estudios de las profesiones útiles y productivas como el comercio, la agronomía, la minería, la ingeniería civil. Todos estos eran propósitos anunciados por el Presidente Reyes y que don Tulio y su hijo Mariano, podían repetir de memoria. (3)

Llegó el año de 1907, Mariano Ospina Pérez, Bachiller del Colegio San Ignacio con las más altas calificaciones, lo que Mariano veía y sentía de la manera más natural, nunca se envanecía y por ello no despertaba en nadie envidias, ni secretos resquemores. Lo que si aumentaba era su simpatía por el profesor Carlos E. al tiempo que disminuía su admiración por el presidente Reyes. Muchas e increíbles realizaciones de gobierno y de muy bien dirigida administración pública, pero había clausurado el Congreso de la República; un congreso, unas cámaras, que ni siquiera se reunían a estudiar el proyecto de presupuesto presentado por el gobierno. Estaban los congresistas dentro de un plan tortuga para torpedear los audaces empeños del presidente. Muy difundida fue entonces una carta dirigida al Primer Mandatario, por algunos parlamentarios preocupados por la anómala actitud del Congreso y firmada, entre otros, por Rafael Uribe Uribe y Guillermo Valencia. Decía la carta en alguno de sus apartes:

“Como quiera que durante los ciento veinte días de sesiones ordinarias fue nada o casi nada lo que se hizo en orden a la creación de nuevas rentas y a la expedición de otros actos de importancia que habían merecido especial atención de V.E., creíamos muchos que una prórroga de breves días sería suficiente para equilibrar el presupuesto hasta donde ello fuere posible, dentro del régimen de papel moneda, sin sacrificar las obras nuevas, de inaplazable ejecución, decretadas por el Congreso, y que implican erogaciones de importancia… El concurso que en varias ocasiones ofrecimos al gobierno no implicaba en manera alguna la abdicación del fuero de legisladores en obsequio del presidente, puesto que, conocedores de la dignidad del cargo que ejercemos, nuestra adhesión a los propósitos del ejecutivo significaba solamente la aceptación libre y espontánea de las justificadas demandas de V.E. y el más vivo anhelo de contribuir, como colegisladores del poder ejecutivo, a que no resultara baldía la labor patriótica por él emprendida.” (4)

 

Y esto de prescindir del Congreso y asumir poderes absolutos, lo veían muy mal los paisanos de Berrío y de Aranzazu, de los Ospina que, en secreto no le perdonaban al gobierno de Reyes, sobre todo, la desmembración del mapa de Antioquia, así fuera para crear un departamento con grandes augurios de prosperidad como el gran Caldas.

En 1908, a los 17 años, matrícula e ingreso a la Escuela de Minas. La misma que alguna vez rectoró Pedro Nel Ospina, el tío General e Ingeniero; la misma que a la sazón rectora Tulio Ospina, su padre,. Y no es que sea un patrimonio de familia, sino que para esa posición académica, el consejo directivo, siempre busca los más idóneos, con profesiones afines con los prospectos e ideales curriculares de la organización universitaria. Su nuevo plan de estudios buscaba entonces que el ingeniero formado allí, no solo fuera un excelente técnico, sino un administrador con una clara y rotunda visión de la empresa moderna y del urgente desarrollo del país. Y, como bien lo planteaba uno de sus profesores más ilustres, el ingeniero civil Alejandro López, debían también saber aprovechar las energías sociales y las fuerzas de trabajo. “El ingeniero debe ser un gerente y saber dar órdenes y debe acometer una empresa como promotor y organizador, tomando acciones en ella.”

El espíritu organizacional del ingeniero norteamericano, Federico Taylor (1856-1915) con su método de organización científica del trabajo; del ingeniero y técnico administrativo francés Henry Ford, (1863-1947) el industrial norteamericano, famoso por sus revolucionarios métodos de producción. Todos ellos, se habían metido en el alma y en el corazón de la Escuela de Minas de Medellín.

Refiriéndose a la Escuela de Minas el ingeniero Alejandro López escribía alguna vez:

“Fundado aquel establecimiento en el principal centro minero de Colombia para la enseñanza que su nombre indica, se ensanchó ésta posteriormente para abarcar la Ingeniería Civil, a fin de atender a la demanda de ingenieros para las vías locales de comunicación. Más tarde conseguí que la enseñanza se orientase en el sentido de dotar a Colombia de dos tipos de ingenieros:  el propiamente técnico, con carácter acentuadamente matemático, y el de administrador técnico que, bien amaestrado y preparado para estudiar los motivos técnicos de cualquier industria, fuese especialmente apto para la organización y manejo del trabajo y el mejor aprovechamiento del factor humano, con el propósito de dotar así al país de verdaderos leaeers industriales, esto es, empresarios que pudiesen asumir acertadamente la dirección de todo trabajo.

“A este efecto se crearon varias asignaturas adicionales, entre ellas la de economía industrial y estadística.  La estadística estaba encaminada a dar en general, mayor solidez y realidad a los estudios económicos;  a facilitar al estudiante un mejor conocimiento del país y a despertar en él la predilección por el estudio del hombre y de los fenómenos sociales, fuera de que se estimaba indispensable el conocimiento de las teorías y procedimientos estadísticos para quienes habían de fundar sus métodos de dirección del trabajo en la estadística industrial y emplearla como criterio general de manejo.  Si bien se observa, se verá que todo ingeniero emplea la estadística, se apoya en datos estadísticos y los recoge y arregla, aunque no haya estudiado sus métodos.  Por otra parte, todo estudio económico tiene la estadística como punto de apoyo, a menos que se trate de estudios simplemente especulativos.”(5)

 

Siguiendo a Taylor en sus proposiciones para la organización del trabajo los alumnos escucharon prescripciones como éstas: utilizar estudios de métodos y tiempos para encontrar “el método mejor” para organizar un trabajo.

Proporcionar al obrero un incentivo para realizar el trabajo según el método mejor y a un buen ritmo.  Utilizar expertos especializados para establecer las diversas condiciones relacionadas con el trabajo del obrero, es decir, métodos, velocidades de máquinas, prioridades de trabajo, etc.

En relación con los principios de economía de movimiento, el taylorismo describe tres grupos:  a) El uso del cuerpo humano, b) la disposición del puesto de trabajo, c) el diseño de las herramientas y equipos.  Algunos de estos principios que, los alumnos de la Escuela de Minas aprendieron y asimilaron de manera muy productiva, son:

A)  Ambas manos deben estar activas durante la labor.

B)  Ambas manos deben empezar y finalizar sus movimientos a la vez. Es más rítmico y fácil de ejecutar.

C) Los brazos deben moverse en formas simétricas, opuestas y simultáneas. Es la tendencia natural.

D) Los movimientos necesarios para ejecutar un trabajo deben poner en acción las masas musculares más pequeñas posibles. Así se reduce la fatiga.

E)  Las herramientas y materiales usados en el trabajo deben estar localizados dentro del área del alcance natural de los brazos para evitar movimientos del cuerpo que son lentos y fatigosos.

F)  La gravedad y la impulsión deben usarse siempre que sea posible para ayudar al operario. En esta forma se reduce la fatiga.

G) Los movimientos suaves y continuos de las manos son preferibles a los de zig-zag, o en línea recta con cambios de dirección bruscos y repentinos. Estos últimos exigen más control muscular y son más lentos y fatigosos.

H) Los movimientos balíscos son más rápidos, fáciles y precisos que los restringidos y controlados.

I)    Debe haber un lugar fijo para todas las herramientas y materiales, así estos se pueden obtener automáticamente, sin titubeos.

J)   Herramientas, materiales y dispositivos deben estar localizados de suerte que se facilite su alcance y estar en la posición en que se usa.  En esta forma no se invierte tiempo en colocarlos en la forma en que han de usarse.

K)   Se deben procurar depósitos y recipientes que entreguen material por desnivel o gravedad y cerca al punto donde se van a utilizar, para no tener que emplear tiempo en coger artículos mezclados.

L)   Deben situarse los materiales y las herramientas para permitir el mejor orden de los movimientos.

M)  Deben proveerse condiciones de visibilidad adecuadas para tener una percepción visual satisfactoria.

N)  La altura del lugar de trabajo y la del asiento correspondiente a cada operario deben combinarse de tal manera que permitan al operario laborar de pies o sentado, para reducir así la fatiga.

O)  Debe suprimirse a las manos toda labor que pueda realizarse por medio de plantillas aparatos de sujetar o pedales.  Así se puede emplear este tiempo en operaciones productivas.

P)   Se debe procurar al máximo la combinación de herramientas.

Q)  En donde cada dedo realiza un movimiento específico (como el de escribir a máquina) debe distribuirse la carga de acuerdo con las capacidades inherentes a los mismos.  El meñique es el dedo que menos capacidad tiene de ejecutar trabajos.

R)  Los mangos de las herramientas con las que se efectúan esfuerzos deben diseñarse para que permitan una superficie de contacto máximo entre la mano y el mango.

S)   Las palancas, barras cruzadas y volantes de mano deben situarse en posiciones tales que el operario pueda manipularlos con un mínimo de cambio de posición del cuerpo y con las mayores ventajas mecánicas, con menor esfuerzo.(6)

 

Hemos recordado estos principios de economía de movimientos dentro de la administración científica del trabajo, porque en el futuro con frecuencia en sus conferencias, conversaciones y escritos, el ingeniero Ospina Pérez, se referirá a algunos de ellos de manera aún más sencilla y didáctica, dentro de consejos prácticos como el del correcto uso de la garlancha.

Inolvidable para esta promoción de estudiantes de la Escuela de Minas, el sabio profesor Alejandro López, teoría y práxis, un medellinense salido de la entraña egregia del pueblo y uno de los ideólogos más respetables del partido liberal colombiano.

Admiración y gratitud de estos alumnos para el ingeniero José María Villa, insustituible profesor de hidráulica.  Para Jorge Rodríguez, profesor de estadística y que hizo conocer de los antioqueños esta disciplina y enseñó su aplicación para manejar con seriedad, sentido histórico del desarrollo y prospectaciones futuras de toda empresa.

El profesor Juan de la Cruz Posada, de gran reputación entre todos los estudiantes, y director de tesis de Ospina Pérez.  El doctor Zurcher profesor de metalurgia.  Pablo Brunet, profesor de maquinaria y de dibujo de máquinas.  El ingeniero Horacio Rodríguez profesor de dibujo lineal y topográfico de construcciones.  Enrique Olarte de Construcciones Civiles.  Y Camilo Botero quien dictaba Mecánica Analítica.  Y, Rodríguez Moya matemático y humanista;  Mariano Roldán el profesor de Cálculo Infinitecimal.  El doctor Carlos E. Restrepo, profesor de Derecho de los estudiantes de ingeniería, fué un catedrático inolvidable, autodidacta universal, muy adentro en el corazón de los estudiantes, claro estandarte de las más hondas inquietudes y preocupaciones juveniles frente al gobierno dictatorial de Reyes y frente a la crisis de la democracia.  Otros profesores que como don Tulio Ospina, fueron con frecuencia recordados por Ospina Pérez son Luis Felipe Osorio de Ciencias Naturales, Minas y Geología;  Fernando Vélez profesor de Economía Política y Francisco Tovar para quien el Código de Minas no tenía secretos.

Y allí estaban sus compañeros de estudios superiores:  Juan J. Angel, después dirigente liberal y gobernador de Antioquia.  Gabriel Sanín Villa, Banquero y después Senador liberal de su departamento, autor de un erudito diccionario ortográfico y de sinónimos y de un valioso trabajo sobre las ruedas Pelton, publicado por la Escuela de Minas.  Luis Alfonso Correa, luego Superintendente del Ferrocarril de Antioquia.  Germán Orozco, a lo largo de su existencia preocupado por los problemas regionales y Director de Caminos de Antioquia, en fin, Juan de Dios Higuita muy reputado ingeniero que gozó de una larga vida.

En los primeros años de facultad, Mariano Ospina Pérez, Jesús María Yepes y Enrique García, iniciaron la publicación del semanario “La Joven Antioquia”.  Eran los días finales del gobierno de Reyes y el plenilunio de los republicanos y de los conservadores históricos de Medellín.  Años después Ospina rememoraba así:

“Eran las postrimerías del gobierno del general Rafael Reyes y la hoja estudiantil se caracterizaba por una agresiva y audaz oposición al gobierno lo que nos ocasionó algunos sustos y dolores de cabeza. Fue esa mi primera intervención en la vida política. Con los años y, ante la historia, he rectificado varios de los conceptos y opiniones de aquel entonces en relación con el gobierno del general Reyes; hoy opino, sin justificar ninguna de sus actitudes dictatoriales, pues, he sido, soy y seguiré siendo un demócrata impenitente a pesar de todas las deficiencias de las democracias, que aquel Mandatario fue un gran político, un eminente hombre de Estado y un gran colombiano.” (7)

Jorge Orlando Melo en su ensayo “La política de 1904 a 1906”, examina con indudable equilibrio las circunstancias y características de aquel ciclo. Cómo los conservadores históricos de Medellín, se mezclaban sin ningún impedimento con los liberales tanto en tareas políticas como administrativas, como en bien planeadas actividades empresariales. De allí salieron los republicanos más caracterizados. Y, fue esta la impronta de la política de Antioquia por muchos años.

La Asamblea Nacional Constituyente convocada en el año de 1910 por el presidente González Valencia, quién terminó el período de Reyes, y con desapasionado talento, logró reformas muy esperadas a la carta del 86: Abolición de la pena de muerte en todos los casos. Prohibición absoluta de toda nueva emisión de papel moneda de curso forzoso. Reunión anual del Congreso. Elección popular del Presidente de la República para un período de cuatro años, etc. En la sesión del 15 de julio de 1910, la Asamblea eligió presidente de la República para un período de cuatro años, 1910-1914, al doctor Carlos E. Restrepo, (1867-1937) quien tomó posesión el siete de agosto del mismo año. Un verdadero homenaje a Antioquia, a la inteligencia y a la sindéresis política. El amigo grande de la infancia de Ospina Pérez, el autodidacta siempre hundido en un tranquilo universo de libros, su máxima autoridad para prestarle o recomendarle obras realmente interesantes en el campo de la literatura de ideas.

*  *  *

Veinte de abril de 1912, ceremonia de grados en la Escuela de Minas. El universitario Mariano Ospina Pérez, recibe el cartón que lo acredita como Ingeniero. En la mesa de honor como en 1908 en la proclamación de bachilleres de San Ignacio, no está su amigo Carlos E. quien, por esta fecha lleva dos años como Presidente de Colombia haciendo obras perdurables, entre ellas, la muy grande de devolverle la paz y el sosiego a los partidos políticos.

El diploma lleva la firma de Clodomiro Ramírez, gobernador de Antioquia y presidente del Consejo Directivo de la Escuela Nacional de Minas, del Rector Tulio Ospina, del Vice-Rector Roberto Luis Restrepo, de los consejeros Alejandro López I.C., Jorge Rodríguez, Juan de la Cruz Posada, Luis Mejía Alvarez, la firma del Ministro de Instrucción Pública, Carlos Cuervo Márquez. Tesis de grado: Los aluviones del río Porce y su explotación.

Reunión congratulatoria con algunos profesores y parientes en la casa de don Tulio, Junín con Maracaibo. Breves y premonitorias palabras de Alejandro López.

Este mismo año viaja Mariano Ospina Pérez al exterior. Joven Ingeniero de 21 años, en busca de post-grados y especializaciones. El destino inicial es la Universidad de Lousiana, Estados Unidos. Allí obtuvo al año siguiente, 1913, su grado de Master of Science. En la Universidad de Wisconsin realizó cursos especiales en Ingeniería Civil y Gerencias Económicas, y escucho y conoció al profesor Federico Taylor. Luego siguió a Europa en viaje de estudio y observación de aspectos culturales, técnicos e industriales, como su padre treinta y tantos años antes, París, Roma, Viena, Praga, Berlín, Munich, Dusseldorf y finalmente Lieja en Bélgica. En este último centro universitario, concretamente en el Instituto Montefiori adscrito a la Universidad, Mariano tomó tres cursos: Manejo de Ferrocarriles, Técnicas de excavación minera y Economía y Sociología Industrial.

El estudiante colombiano, Ospina Pérez, de la Universidad de Lieja, visita con frecuencia a Bruselas a casa del Embajador Plenipotenciario de Colombia, el Ingeniero Pedro Nel Ospina. El es su tío, de quién en más de una ocasión, ha recibido especiales muestras de afecto y de admiración sincera y franca por su manera de ser y sus disciplinas. Allí se ve con sus primos Helena y Luis. Helena a más de ser hermosa ha sido educada con singular esmero. Mariano se siente realmente bien en su compañía.

Pero, el tiempo vuela y ya es hora de regresar a Colombia. Corre el años de 1915. La primera Guerra Mundial hace sentir en toda Europa, el estampido perentorio de su marcha. En Colombia avanza el Gobierno del doctor José Vicente Concha, un hábil político de la escuela mañosa de don José Manuel Marroquín.

Mariano Ospina Pérez ya en Medellín, hace todo lo posible por ejercer su especialidad de Ingeniero de Minas. Debe atender a su profesión, a sus propias empresas y a la actividad política. Estamos a mediados del rendidor año de 1915. El patriarca conservador de Antioquia, Carlos Vásquez Latorre, escoge el nombre de Ospina para integrar las listas del próximo Concejo de Medellín. Es una oportunidad para servir a su ciudad. Acepta y es elegido concejal. Luego presidente de la corporación y miembro de varias comisiones del cabildo.

La Escuela de Minas, su amada Escuela, lo llama como catedrático. Primero hidromecánica y Aire comprimido, después Economía Industrial, Economía Política y Estadística en reemplazo temporal de nadie menos que de Alejandro López ya en el año de 1917. Un reto sustituir en la cátedra a una de las inteligencias más reconocidas del país. Pero, Ospina lleva en la sangre la vocación docente.  Educadores fueron sin ninguna limitación su abuelo y su padre.  Para él es la oportunidad de armonizar en la cátedra la técnica y la administración científica del trabajo con las enseñanzas de las Encíclicas, particularmente con la RERUM NOVARUM de León XIII y CUADRAGESIMO ANNO de Pio XI.  “Los avances de la ciencia experimental en el terreno de la economía y de la sociología, pensaba ya Ospina Pérez, han venido a confirmar la verdad y la bondad de las enseñanzas católicas… particularmente la síntesis doctrinaria de las Encíclicas… Quiso el Pontífice que el obrero fuese remunerado, que se limitasen las horas de trabajo, que se le tratase con humanidad y, la Escuela Científica Americana, demuestra que el trabajo excesivo produce menos, que el mal trato engendra violencia contra la empresa y que los salarios de hambre incapacitan al obrero para la producción.  Quiso el Papa que el empresario no abusase del obrero, la teoría americana demuestra que tales abusos van contra la técnica y contra la empresa.  La Escuela del Manejo Científico demuestra que “estandarizando” el peso y la resistencia, sufre menos el obrero, produce más y obtiene mejor salario.  Quiso el Papa que el descanso dominical fuese norma en la vida del trabajo, y fisiológicamente se comprueba que el obrero sin reposo se fatiga y disminuye su capacidad productiva, al mismo tiempo que pierde anímicamente en alegría y entusiasmo.”  Así, orientaba ya Ospina Pérez, sus enseñanzas y sus convicciones.

Por este tiempo, además, se pone al frente de la mina “El Aporreado”, situada en una región insalubre.  El ingeniero Ospina Pérez, tomó con gran decisión sus deberes como gerente administrador de la mina.  Se instaló en el propio campamento de aquella factoría minera.  Cumplía diariamente un largo horario buscando poner en marcha y a todo vapor la empresa familiar.  Se propuso conocer todos los secretos específicos de aquella mina.  Sus operarios todos eran sus amigos y, a ellos escuchaba con esa suma atención que a todo obrero y hombre de trabajo puso siempre Ospina, tratando de descubrir su pensamiento y de penetrar en los secretos y modalidades de su trabajo.  Pero, al cabo de un tiempo considerable, la salud del joven ingeniero se doblegó.  Vinieron las fiebres, la pérdida de apetito y peso.  “Donde hay oro hay paludismo”.  Y Mariano debió regresar a casa y someterse a una larga, para él penosa, convalescencia.  Por supuesto, que el éxito económico en aquella empresa minera no logró niveles satisfactorios, ni para el joven ingeniero y gerente, ni para el socio capitalista, don Tulio Ospina.  Jaime Sanín Echeverri, en algún momento confidente de Ospina Pérez, cuando escribía el libro “Ospina Supo Esperar”, cuenta en este ensayo biográfico, al respecto esta anécdota cuando ya el doctor Mariano, superada la enfermedad, se encontraba en el cargo de Superintendente de los Ferrocarriles:

“Pocos días después llegó un minero a preguntar por el gerente de El Aporreado  -está en el Ferrocarril- le dijo don Tulio, pero aquí estoy yo, el aporreado del gerente.”

Así, no obstante los crecientes compromisos profesionales y administrativos, el ingeniero Ospina Pérez, pudo planear y organizar la Compañía de Cigarrillos, “La Habanera” que, vendió más tarde y la cual con otras fueron a constituir la actual Compañía Colombiana de Tabacos.

Por entonces y dentro de sus múltiples actividades, Ospina representó una firma norteamericana de maquinaria agrícola.  Vendió tractores y los enseñó a manejar y contribuyó, así, al desarrollo y modernización de la Agricultura en Antioquia

*   *   *

Años de 1916-17 y 18, el ingeniero Ospina Pérez desarrolla una múltiple e incansable actividad. Envía y recibe cartas de su novia Helena Ospina.  Busca una real solvencia e independencia económica en función de su inmediato futuro.  Piensa en diversos planes profesionales y compromisos de carácter político.

Pero, la empresa a la cual, Ospina Pérez, por estos días, meses y años, dedicó más tiempo y estudio, fue la política administrativa, como concejal y presidente de esa corporación edilicia. Medellín vivía ya una etapa de presiones demográficas y transformaciones de diversa índole. Cada año a más de los nuevos nativos llegaba más gente a la ciudad. Los servicios públicos se hacían insuficientes. Surgían fábricas de textiles, vidrio, cervezas, gaseosas, chocolates y comestibles con empaques sofisticados y capaces de competir en calidad. Las vías y transporte urbanos mostraban la necesidad de impostergables cambios y avances urgentes en su desarrollo. La gente buscaba nuevos sistemas de esparcimiento y por consiguiente de movilización. Aparecieron salas de cine, nuevos clubes sociales, se abrieron más cafeterías, la gente se aficionaba más al deporte, al baile, a la vida nocturna. Ya era el alborear de la década de los veinte. Según las actas del Concejo de Medellín en aquel período de 1915-1917 y siguientes, funcionaron las siguientes comisiones: Acueducto, Matadero, Ferias, Plaza de mercado, Higiene Pública, Codificación, Aguas, Canalización del río, Instrucción Pública, Presupuesto, Obras Públicas. Bajo la presidencia de Ospina, el Concejo tomó la determinación de la contratación de un empréstito para dedicarlo a la obra inaplazable de una red metálica para el acueducto y reemplazar la vieja tubería de barro cocido.

La creación de la Junta de Bienes Municipales, fue el primer paso encaminado a la necesaria municipalización de los servicios públicos. La nueva Oficina de Ingeniería Municipal, garantizaría ante la comunidad una mejor planificación y control de las obras. El aseo de la ciudad fue un objetivo que ocupó en grado superlativo la atención del presidente del Concejo. Logró crear conciencia colectiva al respecto y supo entregar preceptos y normas de eficaz aplicación.

“Un día visitó el Almacén y pesó varias escobas. Hizo citar al proveedor y le explicó que debía cambiar la madera por una que, teniendo mayor resistencia, pesara menos.  Se llevó varias para que estudiara las posibilidades de conseguirlas en el mercado. Con números le explicó que el trabajador daría por lo menos un quince por ciento más de rendimiento con menor fatiga a lo que habría que agregar el menor número de roturas de los cabos de escoba.”(8)

 

Dentro de su labor como concejal puso su especial interés en la modernización de la administración pública.  Como Presidente del Concejo procuró que la entidad edilicia no se fuera por los atajos de estériles debates políticos y partidistas.  Sabía interesar a los colegas en la discusión y análisis de asuntos técnicos y en los problemas de economía en su engranaje a todos los niveles.  Ya se caracterizaba, ciertamente, por su inquebrantable prudencia y caballerosidad en sus intervenciones y trato con la gente.  Las mujeres particularmente se sentían atraídas por la gentileza de su trato y las maneras realmente finas para dirigirse a ellas.  Su fisonomía de un hombre de 25 años, de tez morena, rostro serenamente expresivo, serio en sus asuntos y, sin duda, apuesto sin notarlo ni proponérselo.

En el año de 1917, el ingeniero Ospina Pérez fué elegido diputado  de la Asamblea de Antioquia como suplente de Braulio Mejía, cabeza de lista.  Fué una oportunidad feliz para ponerse en contacto muy directo con la gente de provincia.  El programa en el cual estaba embarcada la Duma era para él de especial interés.  En realidad el plan legislativo se orientaba fundamentalmente a dirigir y fomentar nuevas industrias.  A lograr la captación de capitales extranjeros y la consecución de empréstitos para el desarrollo de obras públicas.  Se buscaba por todos los medios incentivos para lograr la colonización de tierras de Urabá.  Había preocupación entre los diputados por la construcción de vías férreas, apertura de canales y de caminos.  Se estudiaba con ahínco comunicaciones suficientes que permitieran garantizar la rentabilidad de los productos.  Se sabía a ciencia cierta que sólo con buenas vías se lograría el estímulo para la producción de la agricultura regional.  Años después en 1926, también en su carácter de miembro de la Asamblea de Antioquia, pudo concretar una acariciada idea.  La presentación del proyecto que crea para el Departamento, la Secretaría de Agricultura.  Esta Secretaría se encargaría del fomento de la agricultura, atendiendo baldíos y tierras despobladas y capacitando a los campesinos en técnicas más modernas para el trabajo agropecuario.  Para atender programas educativos y de fomento, la Secretaría fundaría escuelas y colonias agrícolas, estaciones experimentales y servicio ambulatorio de agrónomos.  Poner en marcha mecanismos para mejorar el crédito agrícola y fomentar y orientar las cooperativas.

Este proyecto fué tildado de burocrático y Ospina replicó:  “No es un proyecto burocrático, pues burocracia no es la cantidad de empleados, sino su ineficacia”(9).

El primero de abril de 1919, entra como Superintendente del Ferrocarril de Antioquia.  En vísperas de asumir este primer cargo público, Ospina Pérez escuchó las reflexiones que le hizo don Tulio.  En alguna entrevista para la prensa, Ospina lo relata así:

 

“El primer puesto público fué el de Superintendente del Ferrocarril de Antioquia.  Fué ese un nombramiento muy honroso para mí, por la extraordinaria categoría intelectual y profesional de quienes hasta ese entonces habían desempeñado este alto cargo, considerado en aquella época como el de mayor responsabilidad técnica en Antioquia.  Recuerdo que mi padre se opuso mucho en un principio a mi aceptación, tanto porque él necesitaba mi colaboración en sus negocios para poder atender a la educación de mis otros nueve hermanos y hermanas, pues yo era el mayor de los varones y él se sentía ya enfermo y cansado, fuera de que estaba dedicado a intensos estudios de historia, de geología y de lenguas indígenas americanas, como porque quería evitar a todo trance que yo me aficionara a los puestos públicos en lugar de aprender a labrarme una posición económica holgada e independiente a base de mi esfuerzo personal.  Me dijo una frase que me llamó extraordinariamente la atención y que después, al observar tantos casos y tantas cosas, he comprendido cuan acertada era: “Nunca acepte, me dijo, un puesto público si lo necesita para vivir;  si no lo necesita, puede aceptarlo, pero desde el primer día tenga lista la renuncia para presentarla cuando crea que sus servicios han dejado de ser útiles al país o que su independencia personal puede empezar a sufrir menoscabo.”  La segunda parte me pareció bien, pero hube de preguntarle a mi padre sobre la primera y él me contestó:  “Porque quien acepta un puesto público a base de que lo necesita para vivir de él, puede poner en grave peligro su carácter en un momento dado, ante el dilema de escoger entre su dignidad y el bienestar de su familia; usted jamás debe colocarse en esa posición porque no puede olvidar de que es nieto de quien prefirió caer de la presidencia de la república a empeñar las reservas del ferrocarril de Panamá, al considerar que esto no era patriótico””.(10)

 

Un año escaso permaneció Ospina como Superintendente del Ferrocarril de Antioquia, y su balance de realizaciones fué óptimo.  Adquirió nuevas locomotoras Baldwin. Dió al servicio tres nuevos cuerpos del Hotel Magdalena en Puerto Berrío y lo dotó de luz eléctrica, ventiladores y servicio de hielo.

Pero, las estadísticas y los datos porcentuales, nos pueden dar una más clara y rápida noción sobre los resultados de esta administración. Los pasajeros aumentaron en un 13%, la carga local en la división de Porce se incrementó en un 90%, la de importación creció en un 99 por ciento.  En números redondos la mejora en tonelaje que en 1918 había sido de cinco mil, pasó a los diez mil en 1919.

Su retiro de la Superintendencia se debió a la necesidad de ayudar a su padre en el manejo de algunos asuntos empresariales de la familia y, luego, porque debía acompañarlo en su viaje a Panamá en busca de salud.  Desafortunadamente los tratamientos médicos allá, fueron infructuosos, y don Tulio a pesar de los notables galenos que lo trataban, falleció el 17 de febrero de 1921 a la edad de 64 años.  Perdía no sólo al padre, sino al amigo y consejero de muchos años.  Mariano queda convertido, así, en cabeza de la familia y en el necesario apoyo de sus hermanos y, particularmente, de su madre Ana Rosa, “mamá Tota” como la llamaban cariñosamente sus nietos.

La Escuela de Minas, la gran casa intelectual de los Ospina, se conmovió también con la muerte de su rector.  Tanto profesores como alumnos de aquel claustro, estuvieron de acuerdo en que el mejor reemplazo de don Tulio, sería su hijo Mariano.  Y, al efecto, fué nombrado Rector de la Escuela, cargo que asumió de inmediato hasta 1923, año en el cual fué reemplazado por su colega el ingeniero Carlos Gómez Martínez, pues, Ospina debía trasladarse a Bogotá para ocupar su curul como Senador por Antioquia.

 

Capítulo Tercero

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

1)   Mejía, Sixto.  “Mi Senaturía y otros cuentos” Imprenta Departamental de Caldas 1945, Manizales

2)   Ospina Pérez, Mariano “Obra Selecta”  Compilación de Francisco Plata Bermúdez.  Pensadores Políticos Colombianos.  Cámara de Representantes Editorial Bedout 1982.  Pág.190.

3)   Discursos y mensajes de posesión presidencial.  Imprenta Nacional 1983.  Recopilación de Hernán Valencia Benavides.  Tomo II.  Págs. 2 a 8.

4)   Uribe Uribe, Rafael y otros.  Carta al Presidente Reyes. Citada por Misael Pastrana Borrero en “Colombia:  la vocación bipartidista en su siglo de Historia” .  Boletín de Historia y Antigüedades No.744

5)   López, Alejandro.  “Escritos Escogidos” Instituto Colombiano de Cultura.  Ed. Andes Págs.265 -266.

6)   Maya Upegui, Libardo “Administración y Producción” Ed. Bedout Medellín 1979.

7)   Ospina Pérez, Mariano “Obra Selecta” Recopilación de Francisco Plata Bermúdez Editorial Bedout 1982.  Pág.191

8)   Sanín Echeverri, Jaime  “Ospina supo esperar” Ed. Andes 1978.  Pág.99

9)   Anales de la Asamblea de Antioquia 1929 Tomo 22.  Pág.70

10) Ospina Pérez, Mariano “Obra Selecta”  recopilación de Francisco Plata Bermúdez.  Ed. Bedout 1982 Págs. 192 – 93.зачем нужна защитная пленкаcar wax reviewsпрограмму для взлома денег

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