Cuando en la tarde muda
nos amortaja el tiempo,
esperan nuestras almas,
esperan nuestros cuerpos.
Y esperan estas íntimas
ternuras de silencio
cuando al callar tu espíritu
es leve humo de incienso.
Y esperan en sus grises
tus ojos de misterio.
tus manos desoladas
en extasiado vuelo,
esperan en la obscura
quietud de los inviernos,
cuando la vida encuentra
aldehuelas de tedio.
Cuando la luz se posa
como un ave en tu pecho,
porque es inmaculada
tu candidez de pueblo,
preguntas, preguntamos
como a un amigo tierno:
¿Qué esperan nuestras almas?
¿Qué esperan nuestros cuerpos?
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