– I –
Bello el fluir continuo al medio día
en las nuevas lujurias del espacio;
la impavidez del orbe se detiene
sobre el velamen del Mediterráneo;
así, viajante raudo en tren de ciegos
arribo al Lacio y a su ignoto puerto.
La paz romana es bella paz desnuda
y su venero la estatuaria egregia,
los frescos de sus templos, Michel Angelus.
Y el poderío de Cristo que golpea
por los milenios a los corazones
y al devenir sin flor ni teorema.
– II –
¿Quién pasa sordo y ciego por la arcada?
Imposible evadir un pensamiento
en la campiña que creó Virgilio;
supo escuchar las voces de sus muertos
y la canción de los viñedos pródigos.
!Que más puedo intuir viajero en tránsito!
Esa cordura de Moisés me abisma;
que en el fórum del mundo se suscitan
sucesos trascendentes, temas graves,
unos amables, otros turbulentos;
el gran anciano con su tabla muda,
inconmovible “No” al clamor responde.
– III –
Apenas sugestiona en sus escorzos
el mármol, los colores, lo cromático,
sin sacrificio no se crea un verso;
la incuria sepultó en su cementerio
obra feliz del arte y de la vida
en fuga, siempre en fuga aunque clamáramos.
Finen ya las barreras, el bloqueo,
palafrén del espíritu y la acción;
surja el campo de Marte, aquí es la lucha,
el afán creativo y temerario
que no se arredra ante los imposibles,
transforma en luz la decisión mesiánica.
– IV –
Desidia, infiel desidia en los albores
de toda humana creación. Fatal
cuando la chispa brota y no se plasma
en la estrofa, el color, en los arpegios,
arte que no aprisiona entre sus formas
al mundo que sustenta los recuerdos.
Honda cisterna que atesora el fuego:
voces, sonidos y geometrías,
de las indecisiones limbo ilímite;
cuando se matan gérmenes poéticos
en su momento matinal, desatan
la prematura marchitez del alma.
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