Periodistas del Siglo XX
Periodismo Cultural:
Por: María Cristina Ocampo Villegas
Ponencia presentada en el marco de la Semana de la Comunicación Octubre de 2007 Universidad de la Sabana
En nombre de mi padre, Héctor Ocampo Marín, y en el mío propio agradezco a la Facultad de Comunicación y en Particular a la decana Adriana Patricia Guzmán y al profesor Miguel Reyes, por el reconocimiento que hoy brindan a quienes contribuyeron a engrandecer el periodismo del Siglo XX en Colombia.
Para mi es particularmente emocionante poder expresar públicamente una serie de recuerdos con los cuales fui construyendo un imaginario casi mágico que determinó, finalmente, la decisión de seguir la misma profesión de mi padre. Me refiero justamente al trabajo laborioso, a la investigación incansable, a la redacción y publicación de esos documentos que se constituyeron en referentes obligados de los intelectuales colombianos de la década del setenta y el ochenta.
Héctor Ocampo Marín fue el director del Suplemento Dominical del diario La República desde el 23 de octubre de 1977 hasta el 12 de septiembre de 1993. A lo largo de 16 años y 725 ediciones, difundió por este medio la cultura universal, las letras nacionales, la historia de Colombia y mundial. Abrió un espacio para dar a conocer a las nuevas generaciones de poetas, narradores, ensayistas y periodístas. En fin, se consolidó como uno de los pilares del periodismo cultural del siglo anterior.
Periodismo Cultural. No se trata de periodismo de entretenimiento ni de la simple divulgación de los eventos. No, más bien, como lo define Iván Tubau, “periodismo cultural es la forma de conocer y difundir los productos culturales de una sociedad a través de los medios masivos de comunicación”[1].
Desde el primer ejemplar esta filosofía fue trazada en el Suplemento Dominical. Es así como podemos leer en la nota de saludo “A nuestros Lectores” de ese primer número lo siguiente:
“Iniciamos hoy una nueva etapa de nuestra separata Dominical. Queremos insistir en el análisis y aireación de problemas vitales de la cultura y de la actividad nacional.
Quien quiera expresar inquietudes en torno a estos esquemas podrá hacerlo a través de la revista Dominical de La República. Particularmente las gentes vinculadas al desarrollo integral del país, y los estamentos de la juventud, tendrán abiertas estas páginas para que expongan con libertad y responsabilidad sus ideas y sus conceptos.”[2]
Así empezó su camino el Dominical que fue utilizado en varias ocasiones y por muchas instituciones como una ayuda didáctica. Hoy en día también sigue siendo consultado por los estudiosos de la cultura y los asiduos visitantes de la Biblioteca Nacional en donde permanecen disponibles y bellamente empastados.
Sin embargo, una especie de contradicción marca el nacimiento del Suplemento Dominical. Como se puede apreciar en la imagen, el primer ejemplar es un claro ejemplo de un órgano de difusión política. Fue dedicado a Belisario Betancur quien había sido aclamado como candidato a la presidencia por la Convención Conservadora. Claro, cuando le pregunté a mi padre sobre la razón de esta contradicción, él argumentó que Belisario Betancur más que un político es un símbolo de la cultura colombiana. Este hecho es innegable. Pero también es evidente el carácter político de la publicación.
Personalmente creo que Héctor Ocampo en ese momento, tal vez sin ser plenamente conciente, aceptó sacar adelante el suplemento de índole político con el fin de convertirlo en lo que realmente quería: un medio de divulgación cultural.
Esta afirmación, atrevida por demás, la sustento en el examen juicioso de los suplementos que aparecieron en las semanas siguientes. Dentro de los temas más interesantes que se trataron en las ejemplares posteriores encontramos una amplia gama de contenidos y autores, como lo podemos apreciar en las siguientes imágenes y temas:
“Humor y Política”,
“La Publicidad y la Propaganda Subliminal”,
“El mundo de los Juguetes”,
“Los Pros y Contras del Tango” y
“Colombia Sismica”.
En estos ejemplares se empieza a perfilar la naturaleza del director del suplemento. Quien conozca a Héctor Ocampo, podrá identificar allí las inquietudes intelectuales y la naturaleza inquieta y autodidacta de un escritor capaz de pasar del ensayo profundo al poema sensible. Héctor Ocampo es un intelectual ecléctico, irreverente y profundamente modesto.
La modestia hace parte de su personalidad y esto también lo manifestó en el Dominical. Él no quería figurar, ni despertar envidias, pues, varios colegas de esa época anhelaban dirigir el suplemento. En las primeras ediciones, el nombre del director está totalmente ausente. Solo en el número 39, que corresponde a julio de 1978, aparece un artículo firmado por Héctor Ocampo: “De la Hostería al Hospital Moderno” (Vale la pena aclarar que con una vocación literaria innegable, Ocampo Marín es un Administrador especializado en Hospitales).
Posteriormente, en la última página se consolida la sección de Libros que es firmada por él. Cualquier lector desprevenido pensaría que Héctor Ocampo era solo un colaborador ocasional de esa publicación. Dos años después de iniciado el suplemento todavía se desconoce quién es la persona que está detrás de dicha publicación. De vez en cuando encontramos cuentos o poemas anónimos pero que pertenecen a su pluma particular, en algunas ocasiones van firmados por Leopoldo Campomar, uno de los seudónimos utilizados por mi padre.
En esta primera etapa del suplemento Dominical, un solo tema era debatido por varios autores o mirado desde diferentes ángulos. Algunos de los ejemplares más didácticos fueron publicados en esos dos primeros años. Particularmente me resultan interesantes:
“Breve Historia de la Medicina”,
“El problema ecológico Colombiano”,
”Qué quiere la gente nueva”,
”El mundo de las Computadoras”,
“Filosofía de Occidente” y el más interesante de todos:
“El Genio Femenino”. En esta edición el director nos confiesa su admiración por las mujeres diciendo: “Contra el genio de la mujer se ha ejercido a través de la historia cierta conjura y cierto silencio. El egoísmo milenario del hombre ha conspirado contra la prestancia histórica de las grandes mujeres.”
Igualmente diversos eran los autores de los textos. Grandes escritores de trayectoria mundial alternaban con escritores contemporáneos y clásicos, nacionales y extranjeros, y con estudiantes universitarios y colaboradores de diferentes regiones del país. Por mencionar solo algunos: Héctor Rojas Herazo, Otto Morales Benitez, Silvio Villegas, Gonzalo Arango, Eduardo Caballero Calderón, Ovidio Rincón, Julio Verne, Platón, Herbert Marcuse, Theilard de Chardin, Jean Paul Sastre, Erich From, José Ortega y Gasset, Liliana Gutierrez, Adriana Guzmán, entre otros muchos.
Igualmente, se abrió un espacio para las nuevas generaciones de escritores y artistas de otras disciplinas. Se dedicaron suplementos a destacar por ejemplo:
“Nuevos Ensayistas”,
“Nuevos Cuentistas”,
“El Séptimo Arte en Colombia”,
“Bailes Típicos y Música Colombiana”,
“El Tema de la Arquitectura”.
En otras ocasiones se destacaba la cultura de las regiones:
“El Cuento en el Quindío”,
“Hacia el Rescate de la Cultura Caldense”,
“El folklore Llanero” y muchos más.
En estos ejemplares Héctor Ocampo descubre su faceta de educador, pues, para quienes no lo saben, antes que escritor y poeta es un pedagogo consagrado. Su actividad profesional la inició alrededor de los 20 años como profesor en las escuelas y colegios del Eje Cafetero. Más adelante, cuando ejercía como periodista y director del Suplemento Dominical de La República, también dictaba clases en la Universidad de la Sabana. Por esta razón, gran parte de los suplementos estaban orientados a educar y a servir de material didáctico, como realmente sucedió.
Otra característica interesante era que se incluía en casi todos los suplementos un poema o varios, cuentos cortos, y, en algunos, canciones completas con partitura incorporada.
Nosotros, me refiero a los cinco hijos que por esa época éramos unos adolescentes, también intelectualmente curiosos, ayudábamos en la búsqueda de textos e ilustraciones para el Dominical. Vital para esta labor era la biblioteca que Héctor Ocampo construye todavía y que hoy, con más de diez mil ejemplares, es una de las bibliotecas privadas más grandes, completas y, sin lugar a dudas, la más desordenada que hay en el país. Héctor Ocampo siempre ha sido un ratón de biblioteca lo que también se evidencia en la ardua labor que implicaba la dirección del Suplemento Dominical.
Según me confesó hace poco, el reto que asumió con estas páginas era la de emular e incluso superar el Suplemento que por varios años dirigió don Guillermo Cano en El Espectador. Como corresponsal de Don Guillermo, Héctor Ocampo se dio a conocer como un joven y prolífero escritor de provincia. Los artículos que escribió en ese entonces causaron polémica y motivaron la crítica y el análisis sobre temas culturales y políticos.
El suplemento inicia una segunda de etapa en octubre de 1980 con la edición 135. En ese momento, tres años después de su nacimiento, se incluye por primera vez una bandera en la que se reconoce explícitamente que el director es Héctor Ocampo Marín. Aunque se mantiene la idea de desarrollar un solo tema por ejemplar, la diagramación se mejora abriendo más espacios blancos y haciéndola mucho más liviana para el lector. Los contenidos siguen abarcando las artes, las ciencias, la historia y eventualmente la política.
El otro cambio se produce en el año 1988 cuando llega a la edición número 500. A partir de ese momento se estrena una diagramación más ágil y se pasa de los temas únicos al desarrollo de tres o cuatro temas, uno de los cuales merecía la carátula y se desarrollaba como tema central.
Cinco años después, en 1993, el suplemento Dominical se publicaba por última vez. La República, el periódico que lo había albergado por 16 años, se consolidaba como diario económico y empresarial. El primer periódico colombiano especializado en estos temas. El comité editorial consideró que un suplemento cultural, aunque saliera los domingos, iba en contravía de la imagen especializada que querían proyectar.
El suplemento Dominical pasó entonces a formar parte del legado que el siglo XX le dejó al periodismo cultural. Héctor Ocampo, ya retirado de su actividad periodística, continúa la búsqueda de otras formas de expresión cultural. La profundización en la historia y en la literatura le merecieron la distinción como miembro correspondiente de la Real Academia Colombiana de la Lengua.
Hoy en día desborda su ingenio en la poesía. Recientemente, su poemario “Sinfonía de los Árboles Viejos” fue galardonado con el premio Luisa García Sierra del Ayuntamiento de la Villa Bornós en Cadiz (España). En el primer semestre del presente año, nos obsequió un nuevo poemario titulado “Sonetos Saturnales” y es con uno de estos sonetos que deseo terminar esta intervención:
Adios Octubre A Miguel Álvarez de los Rios Octubre ya te has ido con tus glorias, Con tu almacén de absurdas vanidades, Con tu amargo sabor de soledades Y tus árido tomos de inmemorial. El áspero sabor de tus historias Que no se borrarán con las edades, Pertinaz en negar viejas verdades Y envejecer mi nombre y mis memorias Octubre ya te vas y en el recuerdo Mi obstáculo serás para ser cuerdo En el deshecho mundo que me entregas. Tu paso sin reposo y sin medida Ha conturbado el record de mi vida Y en mitad del camino me doblegas.
Muchas gracias
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